Teníamos que volver a vernos porque a pesar de la distancia cuando la Nohe estuvo de cumpleaños le llegó un correo desde París con un kilo de bolsitas de té de regalo, porque el día en que sucedió el terremoto en Chile nos llamamos como doscientas veces para intercambiar información y porque cada vez que nos hemos sentado a conversar terminamos a través de entretenidos y filosóficos debates, cambiando hasta los cimientos de la sociedad moderna.
Ir a ver a nuestros tíos a París es como estar en el Peñaflor de antaño, ese en el que con la familia o los amigos nos juntábamos a conversar de lo humano y lo divino mientras se contaban historias de proyectos futuros o pasados vertigino
sos. Ese pasado en el que el Chany siempre sacaba su dato freak sobre alguna película añeja o en el que mi hermano y tantos más tocaban sus repertorios
guitarreros, aquel en que nos juntamos alguna vez los Balmacedinos, los del Pedagógico y los de la UPLA, mi vieja, mi viejo, mis hermanos, los tíos, mis primas y mis primos…¡que tiempos!
En fin, la visita a París tuvo mucho de museos porque se nos había quedado pendiente el de Orsay y con la escapadita al museo Magritte de Bruselas, al final terminamos visitando otro país y llenándonos de un surrealismo realmente impresionante. También anduvimos por el Sena en los famosos “botes moscas”, cerrando así dos importantes cabos que se nos habían quedado abiertos la última vez que anduvimos por las tierras de las revoluciones. Lo del bote mosca es impactante ya que en definitiva recorres la historia de París a través de cada uno de los puentes que pasas.
En términos culinarios nuevamente todos se lucieron. Así, La Celine se mandó unos Gofres belgas (Waffles o mejor aun GÜAFLES) creatureros que llevaban frutillas, chocolate y crema, mientras que los tíos pusieron el estilo con un filetito jugosito, vinos rescatados del desguace del olvido (cosecha de 1982 encontrada literalmente en la basura por mi tío) y la formal presentación de la destructora neuronal cerveza Belga de 10º y de la comida típica de ellos, los choritos con papas fritas (que los españoles llamarían mejillones con patatas). Es que aunque parezca una combinación extraña, la verdad es que están muy buenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario