El día en que con la Nohe supimos que España jugaría la final del campeonato mundial de fútbol optamos por desplazarnos a Cibeles para ver el partido, es decir, al centro neurálgico de las celebraciones del fútbol Español. En el camino se nos sumó el Marco, cuñado de mi amigo Toño Montes y a quien usted recordará por la crónica sobre el primer partido de Chile en el Mundial, el al igual que nosotros ante la posibilidad de presenciar un evento histórico, no se quiso perder la oportunidad de observar las manifestaciones conductuales de los madrileños ahí donde las papas queman. Es más, me acuerdo que cuando nos pusimos de acuerdo para ir a ver el partido me dijo por teléfono “yo no quiero tener 80 años y decir: pensar que pude estar en Cibeles, pero me quedé arranado en la casa”. En fin fuimos y vivimos contentos por España el triunfo en la copa del mundo, pero, debo reconocer que sin esa algarabía que solo puede sentir el que ve a su equipo ganar el mundial.
Nos volvimos caminando por Madrid y una de las cosas más bonitas fue ver como esa locura por el triunfo no se materializó en pérdidas de razonamiento y destrozos a la propiedad pública, la gente iba feliz por las calles y a parte de la moda de las molestas “vuvuzelas”, no había nada más que atentara contra el resto. Llegamos a la 1 de la mañana a la casa y nos pudimos dormir recién cuando los bocinazos, el canto ese de “soy español, español, español…” y nuevamente las vuvuzelas se fueron apagando porque ¡al otro día había que trabajar!
En fin, aquel triunfo no hace más que reafirmar la supremacía mundial que tienen los españoles en casi todos los deportes existentes. Ojalá que alguna vez los chilenos también podamos cosechar éxitos tan importantes, eso si, primero como país tenemos que invertir como se debe en el deporte y para creérselo no hay más que leer esta nota de la BBC que cuenta porque esto de la supremacía española en los deportes.
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